Había estado tres veces en Valdivia.
El primer campamento de verano en la ruta, durante enero de 1996, me encontró junto a mi equipo llegando a la ciudad en medio del mochileo. Aquella vez éramos varios y veníamos de Aldachildo, un caserío de cincuenta familias dedicadas a la pesca en
Hice dedo con Marco Arellano hacia Ancud -volviendo al tema de Valdivia-, con el Topo García camino a Puerto Montt y el Pancho Lacalle entramos a Valdivia por el sur. Más adelante el Chino Arellano me “enseñó” a hacer dedo con la “gran Marcelo Salas”, pero se nos había sumado el Cholga, que era yeta, y nos fue mal. El caso es que nos reunimos en la plaza, encontramos un alojamiento y estuvimos ahí unas tres noches. Estuvo re bueno.
Al año siguiente éramos menos. Se habían ido el Juampi, el Topo y Pancho. Roberto y Moreno no siguieron. Ahora éramos
Cinco años pasaron hasta que volví a
Hoy escribo esto desde Valdivia, a orillas del Calle Calle, otros cinco años después de aquel enero de 2002. Esta vez no fue mochileando ni en un hostal. Paro en el Hotel Villa del Río mientras cubro la segunda fecha del Rally Mobil. Acabo de volver de la cena, después de haber viajado bien temprano por la mañana, de un viaje más largo de lo que debería hacer, del reporteo en las pruebas del medio día. Desde que el avión aterrizó empecé a redactar este mail-carta-crónica. Me acordé de aquel último mochileo, de lo bien que lo pasé junto a ese equipo de ruta que me adoptó, de todo lo que se empezó a formar en este lugar. Efectivamente, ese era un grupo para volverse loco. Un Guatón Muñoz fabuloso, con quien nos subimos por separado y sobre la hora al tren en Santiago rumbo a Puerto Varas -recuerdo unas Escudo que nos compramos mientras hablábamos con una scout que iba a Campamentos Escolares-. La charla cómplice de Paiva y Nacho, ambos soñando con trabajar en
Se los digo en serio, de todos me he sentido orgullos. Nacho y Paiva demostraron que estaban para eso y más en
Escribo esto tarde, cansado y no solo con ganas sino con la necesidad de dormir para poder laburar de manera decente mañana durante la carrera. Pero siento que la primera impresión cuenta. Tal vez mañana mi amargura de siempre me arruine el recuerdo. Por ahora, entonces, sólo puedo decirles que me agarró una melancolía tremenda mientras entraba a la ciudad. Recuerdos varios: la primera del Señor de los Anillos en la platea del Cine de Valdivia, Valdipap full colesterol, cayac con cámara de video en el Calle Calle, las plata que no teníamos y nos gastamos en salmón en el mercado, los carretes, las chelas, las charlas interminables en
El último recuerdo de ese paso por Valdivia es en su salida norte. Yo con Panchi -cierto, me faltaba Panchi, si falta alguien más sorry, ya estoy viejo y con sueño- al final de una fila de duplas, todas haciendo dedo rumbo a Pucón. Tirándonos piedras, puteándonos, esperando que le parara a uno y dejara botado a los demás. Y pese a que éramos los últimos, nos fuimos primeros, en una van, directo a ¡Villarrica! Medio pique y después al tiro nos llevó un tipo en un Jeep a Pucón. La raja. Así fue ese viaje.
Y hoy estoy de nuevo acá en Valdivia y aunque creo que no pasaremos a almorzar a Valdipap, les juro que pasé por el centro y los vi a todos caminar juntos.
Buena caza...
Bochón.
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